El fin de semana pronosticaba un sábado de febrero, más parecido
a un día primaveral de abril, que, a un fresco y húmedo día que es lo que correspondía
a estas fechas, de modo que había que aprovechar y sacar estos cuerpos en
estado de hibernación a que fueran desperezando esos músculos un poco atrofiados.

Con nuestros bocatas a la espalda, y con muchas ganas de volver
a vernos y ponernos al día de tantas actividades que cada una de estas criaturas
realiza por su cuenta, allí que emprendimos el camino.


La ruta se hizo muy amena, y el día, tal como estaba previsto, acompañó con una agradable temperatura que hacía disfrutar aún más de la naturaleza. Pero como es habitual en el caminar de estos senderos, no sólo nos acompaña la belleza del paisaje y los olores de su entorno, siempre, está ese plus de compartir esos ratitos de charlas y experiencias que cada uno aporta. Que sería la vida sin esos momentos que te acercan al otro, que te hacen consciente de que lo que más importa son las personas, y sobre todo, ese chute de energía que se genera y que ayuda para el día a día de cada uno.
Es como coger un frasco y meter dentro imágenes bonitas, olores
naturales, ideas y pensamientos ricos y un buen chorro de energía, y ¡VOILÁ!,
ya está preparada la pócima de la felicidad. Este frasquito se guarda, y hay
que llevarlo para reponer en la siguiente quedada, así que claro está, que no
se puede descuidar aquello de “DE UNA QUEDADA SALE OTRA”,
vengaaaaa que nos vamos pa Cuenca….

También os quedasteis sin escuchar el concierto animalesco que dejó sorprendidos a grandes y pequeños, sin olvidar que, para rematar, nos llevamos para casa una no deseada obsesión por las palmeras de chocolate, que acabó en los casos más graves en visita urgente al Carrefour, y vuelta a la promesa de esas del lunes empiezo jejeje.