El día comenzó a las 12:30h. paseando por esas callejuelas y con esas paradas obligatorias en terracitas para disfrute del vermut, y puesta al día de los asuntillos de cada cual, en este caso nuestra rubia la teníamos pendiente, ya que hacía tiempo que no la veíamos, así que fue la protagonista del día, como siempre risueña y llena de ilusión como sólo ella puede ser.
Pasamos un día esplendido, y como dice nuestro Bienve, ¿Por qué esto no lo repetimos más?, y es que al gusto de disfrutar del vermut madrileño, y del ambiente, se une, que los encuentros son ricos en charlas y opiniones que bien podrían formar parte de un proceso terapéutico, de esos que sin pretender nada, y sin ningún propósito definido, llegan a ser curativos sin saber ni que ha pasado, la sensación cuando uno ya va de vuelta, no es otra que de felicidad, y es que como humanos que somos, las relaciones sociales son curativas por si solas, así que, que más se puede pedir a unas cuantas horas del domingo, que con unos cuantos amigos, unos vermuts y alguna otra copita y algo para picar, te vas más feliz que una perdiz para casa.
¿Para cuándo la próxima?